Entrenar a jóvenes es una tarea muy gratificante y dedicada. En los últimos años la pedagogía se ha introducido mucho en cómo los entrenadores deben enseñar a sus jugadores, así mismo hoy en día, existen numerosas páginas de internet que difunden contenido sobre “cómo hacer las cosas bien” si eres entrenador. Un tema muy sangrante y de bastante controversia entre los propios entrenadores es la distinción entre el perfil competidor y el perfil formador o educador en el deporte de base.
Más allá de decir qué tipo de entrenadores deben contratar los clubes deportivos para dirigir sus equipos, voy a explicar un poco estos perfiles y determinar psicológicamente lo que suponen en los jugadores, desarrollando un boceto de lo que debería procurar perseguir un club de deporte base, dónde el motivador más fuerte es producir deportistas de calidad mediante un trabajo constante, quizás más asociado al perfil formador de los técnicos.
Lo que primero cabe decir, es que habría muchos filtros o criterios para hablar de tipos de entrenadores. El criterio para dividir los perfiles en competidor o formador es la orientación motivacional del técnico, es decir, es el tipo de objetivos personales que persigue el entrenador mientras desarrolla su labor de entrenamiento. A continuación expongo los dos perfiles:
- Entrenador Competidor: es aquel técnico que orienta su dedicación y esfuerzo hacia la competición poniendo ésta por encima de otras posibles prioridades. Las metas personales de este tipo de entrenador se basan en conseguir unos deportistas que adquieren logros competitivos, resultados, un rendimiento alto en un plazo corto o medio, trofeos y condecoraciones. Para ello vive la competición de forma intensa y para controlar adecuadamente los distintos factores de la competición se forma técnica y tácticamente para desarrollar las mejores estrategias para batir a contrincantes o equipos rivales.
- Entrenador Formador: es aquel técnico que orienta su dedicación y esfuerzo al aumento y perfeccionamiento de las capacidades del deportista por encima de los resultados obtenidos en competición. Las metas de este tipo de entrenador se basan en apreciar mejoras individualizadas en sus deportistas y persiguen métodos de entrenamiento que permitan progresar a sus jóvenes y desarrollarse cómo deportistas pero también cómo personas. Se priorizan los entrenamientos y la motivación por aprender de los deportistas por encima del rendimiento del deportista en competición, así como los aciertos o errores que estos cometan, buscando un progreso, una forma de hacer las cosas basada en los entrenamientos de esos deportistas y no en los resultados producto del entrenamiento para adquirir resultados deseados.
Es imprescindible recalcar que ningún perfil es mejor o peor que el otro persé. Así pues hay buenos entrenadores competidores y malos, así como hay buenos entrenadores de perfil formador y los hay malos. Es éste, sin duda el gran problema, que es bastante común que topemos con un entrenador de perfil formador y que no sabe realizar a buen nivel ese tipo de trabajo por ejemplo.
Al final la denominación de “entrenador” contiene en sí la cualidad de formador para mejorar las capacidades del deportista. Este es, sin duda, a nivel psicológico el aspecto más importante, y es por ello que los entrenadores de perfil competitivo tienen problemas en el deporte base. Numerosas veces ese perfil de entrenador olvida que por su rol respecto a los jóvenes deportistas debe ejercer cómo divulgador de conocimientos y cómo preparador para la mejora deportiva, es decir promover el aprendizaje y la mejora.
Bajo el puesto de entrenador se esconde la realidad de que las personas aprendemos “queriendo y sin querer”, de forma voluntaria o involuntaria y por tanto es imposible ser entrenador y no estar formando continuamente. Esta evidencia reporta la necesidad de controlar adecuadamente los aspectos que se transmiten desde el rol del entrenador. Es posible que el perfil formador sea más consciente de aquello de lo que quiere enseñar o educar, y es por ello que hay tal preferencia en los medios de divulgación por el perfil de entrenador formador en el deporte base. Podemos estar enseñando a los deportistas gestos, expresiones, formas de comportarse, valores o malos hábitos de forma inconsciente, las personas aprendemos en gran medida por imitación u observación, por ello la primera persona a quien deben formar los entrenadores es a sí mismos para no emitir según qué conductas y expresiones.
Dicho esto, para un club que busca entrenadores, ¿qué perfil debe priorizar en la selección de sus técnicos?
Posiblemente muchos piensen que el ideal es el perfil formador, dado que hablamos de deporte base. Un entrenador no es el ideal únicamente por su perfil, sino que es el ideal por cómo se ajusta a los deseos o necesidades del club en primera instancia, y en segunda instancia por ajustarse a las características del grupo o equipo de deportistas en cuestión. No será lo mismo un equipo junior de baloncesto que compite a nivel estatal que incorpora un entrenador de perfil formador, que un equipo de baloncesto de categoría infantil, y es posible que haría una buena labor en ambos planteles, pero sólo el club sabe qué necesita para esos equipos.
Finalmente y concluyendo, llegamos a la realidad de que hablar de perfil competidor y formador es únicamente una etiqueta. El entrenador debe ser congruente consigo mismo y con los objetivos perseguidos, así cómo debe ser realista y coherente con los deportistas que tiene ante él y sus características, es decir, el entrenador se define por su capacidad técnica en colaboración con su dominio de sus valores deportivos. El entrenador debe ser capaz de formar en entrenamientos y en la competición, mediante sus tareas, sus conocimientos y sus actos; de igual forma, debe saber transmitir competitividad en los entrenamientos así cómo en la propia competición, compitiendo los deportistas consigo mismos y a posteriori con sus rivales; lo importante, es que en ambas situaciones el entrenador persiga una transmisión de valores acorde a lo que puede beneficiar al deportista cómo persona.
Por ejemplo, puedo mejorar un equipo de deportistas porque trabajo con gran esmero las interconexiones entre ellos y el juego colectivo y conseguir objetivos y resultados memorables. También puedo mejorar individualmente a cada uno de esos deportistas y promover que esos tengan unas mejores capacidades de cara a la competición y de igual forma conseguir objetivos y resultados muy importantes. La realidad del club deportivo, es que debe seleccionar los técnicos por su comportamiento y valores, y luego decidir si su línea de trabajo es mejorar deportistas con un trabajo individualizado o si es la de generar equipos de rendimiento colectivo y alta compenetración en competición.
A nivel psicológico puede ser preferible enfocar cómo protagonista al deportista individual, procurando su progresión y su mejora, promoviéndole hacia el profesionalismo o hasta la etapa límite en su progresión deportiva. Ese podría ser el enfoque de un club de deporte base, permitiendo obtener jugadores individualmente desarrollados para poder nutrir un club profesional o senior dónde el entrenador busque un nivel alto de interrelación entre los deportistas. Las personas somos individuales e intransferibles, el trato individualizado humaniza la relación con el entrenador y enfoca los esfuerzos en la evolución del deportista, esto supone una respuesta de motivación, de compromiso y de esfuerzo por parte del deportista. En deportes de equipo es fundamental que los clubes obtengan entrenadores que sepan individualizar el trabajo y personificar su metodología de entrenamiento, a nivel psicológico cuanto más respuesta de autoconfianza se obtiene es cuando el deportista siente la seguridad sobre sus propias condiciones, al margen de las condiciones del resto de deportistas y compañeros. Por ello, y aunque el juego colectivo de un equipo es muy importante, el tiempo de entrenamiento debe ir muy dirigido a mejorar las individualidades y generar esa autoconfianza para luego ejecutar mecanismos colectivos o competitivos, sin olvidar que esos mecanismos colectivos son aprendizajes igual de importantes para dicho deportista.